Carta abierta de cristianos de Cataluña a los cristianos
del conjunto de España
Os invitamos a leer esta carta, necesaria si queremos
proyectar algo de luz en una situación nueva –quizá poco previsible hace
todavía poco tiempo- por la que atraviesa actualmente Cataluña y,
consecuentemente, España.
Carta abierta
Es esta una carta escrita con pesar, con cierto
sentimiento de fracaso en la convivencia hispánica, en lo que atañe a la
relación entre la identidad de Cataluña y el conjunto de España.
Es, por otro lado, una carta necesaria si queremos
proyectar algo de luz en una situación nueva –quizá poco previsible hace
todavía poco tiempo- por la que atraviesa actualmente Cataluña y,
consecuentemente, España.
Para ayudar a comprender esta situación, trataremos de
exponer brevemente su fundamento histórico, su realidad de presente y sus perspectivas
de futuro.
1. En primer lugar, parece oportuno poner de relieve que
Cataluña es una nación. Es decir, que posee aquellos elementos básicos que
constituyen el entramado de una nación: una lengua propia (con su literatura),
una cultura específica, un derecho peculiar, una tradición secular, unos
símbolos identificadores, entre otros distintivos singulares. Todos los pueblos
que reúnen estas características merecen el calificativo de naciones y, tal
como afirmó Juan Pablo II, “nadie, - un Estado, otra nación, o una organización
internacional - puede sostener legítimamente que una nación no sea digna de
existir.”
2. La nación catalana, aunque con oscilaciones y
altibajos en su necesidad de afirmarse como tal en el seno de España, ha
existido desde tiempos muy antiguos. Los historiadores citan el año 988, año de
la emancipación de los condados catalanes respecto al rey franco Hugo Capeto.
3. En la transición de la Dictadura a la Democracia, los
políticos catalanes, de derecha y de izquierda, actuaron de forma impecable
para hacer posible la construcción del nuevo régimen. El pueblo catalán apoyó
la acción de sus políticos y dejó aparcados los ideales y sentimientos
soberanistas en aras de una satisfactoria convivencia en un Estado democrático,
que se presumía capaz de acomodar en su seno el hecho diferencial catalán.
4. Durante estos treinta y siete años de democracia,
Cataluña ha tratado de consolidar su carácter nacional dentro del marco
español. El Estado, por el contrario, ha procurado diluir ese carácter.
Cataluña ha visto combatida y laminada su autonomía en un proceso que ha tenido
su punto más álgido en lo drásticos recortes al Estatuto de Autonomía del 2006
aprobado en referéndum por el pueblo catalán y, lo que resulta paradójico,
aprobado también por el Congreso de los Diputados español.
5. No cabe duda de que las cosas hubieran podido ser
distintas si el “problema catalán” hubiera tenido un trato adecuado por parte
del Estado español. Es decir: una ponderación inteligente del valor de la lengua
catalana en relación con su pueblo; una apreciación del catalán como lengua
hispánica y auténtica riqueza de España, y no como un idioma desconocido, casi
extranjero para la mayoría de los españoles; un trato económico justo que no
obligara a una solidaridad desproporcionada y empobrecedora del territorio
catalán. En suma, todo hubiera sido diferente si se hubiera aceptado la
plurinacionalidad del Estado, no como una rémora que hay que conllevar, sino
como elemento de potenciación del conjunto hispánico.
6. Debemos confesar que ni los cristianos catalanes ni
los cristianos españoles, con conciencia y conocimientos políticos, hemos sido
capaces de poner sobre la mesa aquellas reflexiones, orientaciones y actitudes
que, dirigidas al poder político, hubieran podido abrir nuevas perspectivas,
nuevos enfoques, nuevas soluciones en la articulación de la nación catalana en
el Estado español.
7. Las convicciones nacionales de los cristianos
catalanes se sustentan en la Historia, pero también en la posición firme de su
Iglesia, que siempre se ha constituido en garante de los derechos que asisten
al pueblo catalán en lo que se refiere a lengua, cultura, educación e
identidad. La jerarquía eclesiástica ha reconocido en dos recientes y solemnes
documentos el carácter nacional de Cataluña. También nos reconocemos en las
afirmaciones de la Doctrina Social de la Iglesia, que en el nº 157 de su
compendio proclama que la nación tiene “un derecho fundamental a la
existencia”; a la “propia lengua y cultura, mediante las cuales un pueblo
expresa y promueve su 'soberanía' espiritual; a “modelar su vida según las
propias tradiciones, excluyendo, naturalmente, toda violación de los derechos
humanos fundamentales y, en particular, la opresión de las minorías”; a
“construir el propio futuro proporcionando a las generaciones más jóvenes una
educación adecuada”.
8. Tal como ha constatado el Papa Francisco en su
reciente visita a Bolivia, “Los pueblos del mundo quieren ser artífices de su
propio destino. Quieren transitar en paz su marcha hacia la justicia. No
quieren tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil.
Quieren que su cultura, su idioma, sus procesos sociales y tradiciones
religiosas sean respetados.” Que Cataluña se plantee un paso adelante hacia la
soberanía total es lógico y comprensible en este momento en que el Estado
español está introduciendo evidentes medidas recentralizadoras. Si quiere
conservar no sólo su identidad como pueblo, sino sacar de dentro de sí misma su
potencialidad en todos los órdenes de la vida (político, cultural, económico,
científico, educativo, lingüístico), Cataluña no puede seguir dependiendo de un
Estado que le niega su condición nacional, que limita sus posibilidades de
crecer y desarrollarse, y que se muestra impermeable a una remodelación en base
a su carácter plurinacional i plurilingüe.
9. Es evidente que para un pueblo dotado de conciencia y
de voluntad nacionales, resulta imprescindible poseer la capacidad de decidir
su futuro. Es decir: si quiere tener un Estado propio, soberano, independiente
del Estado español o, por el contrario, prefiere seguir en su situación actual
de pertenencia a España. Debemos recordar aquí que hasta el día de hoy el
Estado se ha opuesto a la celebración de un Referéndum, en que el pueblo
catalán pueda elegir cómo concibe y desea su futuro. Como dijo Juan Pablo II:
«Cuando no se satisfacen las aspiraciones profundas de un pueblo, las
consecuencias pueden ser muy negativas, llevando a soluciones simplistas, que
constituyen amenazas para la libertad de las personas y de las sociedades, y
que, a veces, incluso se intentan imponer mediante la violencia. Por el
contrario, si se abren a los ciudadanos perspectivas de futuro fundadas en una
verdadera solidaridad entre todos, se sentirán más impulsados a avanzar por el
camino del verdadero progreso del hombre en la justicia y la concordia.»
10. Es conveniente añadir a todo lo dicho que un eventual
Estado catalán podría, o no, confederarse con el Estado español. Podría, o no,
establecer algún tipo de asociación con el Estado español. Lo que sí puede
asegurarse es que tendría con España las relaciones, tratados, convenios,
alianzas, intercambios que convinieran a ambas partes. Relaciones libres, no
condicionadas y, por supuesto, más satisfactorias y fraternas que las ahora
existentes.
Amigos cristianos de toda España:
Estos puntos intentan recopilar lo que piensa y lo que
siente una elevada proporción de cristianos catalanes. Con todo, somos
conscientes de que otros pueden ser indiferentes al planteamiento que os hemos
expuesto y que prefieran la situación actual de dependencia del poder político
español.
Hemos dicho al principio que ésta era una carta escrita
con el alma apesadumbrada. Así es pero pensamos que era un deber escribirla.
Nadie sabe si el proceso que está siguiendo Cataluña va a terminar o no en una
soberanía plena. Son diversas las circunstancias que, con el paso de los días y
los meses, pueden influir en la población de Cataluña a la hora de decidir qué
futuro prefiere. Los gobernantes españoles todavía pueden hacer propuestas
creíbles.
Nos atrevemos a esperar de vosotros, amigos caminantes en
la fe cristiana, no que compartáis nuestros planteamientos, pero si un respeto
y una actitud de comprensión hacia las opiniones que manifestamos. Tal como
expresaron los obispos catalanes en 1985, “querríamos que fuesen principalmente
nuestros hermanos católicos de otros pueblos de España los primeros en
comprender y acoger estas aspiraciones”.
Por otra parte, pensamos que, en una nueva coyuntura
civil, nada ha de impedir que nuestras relaciones como cristianos militantes
puedan ser mejores y potenciarse mutuamente en iniciativas, en proyectos, en
reflexión común y en la propia vivencia evangélica. Esperamos compartir con
vosotros este anhelo.
Con nuestro sincero y fuerte abrazo,
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Primera lista de firmantes de la carta
Bach, Roser. Ex presidenta de la Legión de Maria de
Cataluña, Baleares, Aragón, Murcia y Valencia.
Ballarín, Josep Maria. Sacerdote y escritor.
Botey, Jaume. Presidente de Cristianisme segle XXI.
Busquets, Lluís. Escritor.
Casas, Antoni. Secretario del Consejo Presbiteral de la
archidiócesis de Barcelona.
Comas, Antoni. Presidente de la Federación de Cristianos
de Cataluña.
Comin, Antoni. Profesor de ESADE y politólogo.
Cullell, Josep Maria. Asesor de la Prefectura de Asuntos
Económicos de la Santa Sede.
Duarte, Carles. Poeta, co-presidente del Consejo
Editorial de Catalunya Religió.
Duran, Elvira. Filósofa, miembro de Cristianisme i
Justícia.
Esquirol, Miquel.
Ex miembro de la Junta Directiva del F.C. Barcelona.
Ferrer, Joaquim. Presidente de la Lliga Espiritual de la
Mare de Déu de Montserrat.
Fisa, Josep Maria. Sacerdote, presidente de Solidança.
Font, Pere Lluís. Miembro del Institut d'Estudis
Catalans.
Garcia Clavel, Ignasi. Ex director general de Asuntos
Religiosos de la Generalidad.
Gasch, Josep Maria. Abogado, fundador del Col·lectiu
Ronda.
Gispert, Núria de. Presidenta del Parlament de Catalunya.
Jarque, Joan Evangelista. Sacerdote, fundador de
Catalunya Cristiana.
Matabosch, Antoni. Director del Instituto Superior de
Ciencias Religiosas de Barcelona.
Morlans, Xavier. Consultor del Pontificio Consejo para la
Promoción de la Nueva Evangelización de la Santa Sede.
Pla, Ramon. Profesor de la Universidad de Barcelona y
crítico literario.
Portabella, Lluís. Párroco de Sant Cosme, diócesis de
Sant Feliu de Llobregat.
Pousa, Manel. Sacerdote, presidente de la Fundación Pare
Manel.
Puigjaner, Josep Maria. Teólogo, escritor y periodista.
Raguer, Hilari. Monje de Montserrat e historiador.
Raventós Giralt, Josep. Ex vicario episcopal de la
archidiócesis de Tarragona.
Rigol, Joan. Ex presidente del Parlamento de Cataluña.
Vaquer, Josep. Presidente del Grup Sant Jordi de Defensa
i Promoció dels Drets Humans.
Vendrell, Eudald. Presidente de Justícia i Pau de
Barcelona.
Vives, Antoni. Miembro
de la Fundación vaticana Centesimus Annus pro Pontifice.
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